Desde el primer día de prácticas he estado en clase de Español como Lengua Extranjera (E.L.E.) en las dos últimas horas de la joranda. Los alumnos de estas clases proceden mayormente de China.
En las clases de E.L.E. hay quienes no hablan casi nada de español y otros que hablan basante bien (también van a academias), pasando por los que comprenden pero no hablan y viceversa, o tienen buena gramática pero no conversan.
Lo que se hace en la clase es hablar, dependiendo del nivel, constuir frases, escribirlas, leerlas, pronunciarlas correctamente, dictados, comprensión escuchando una cinta de español hablado, et.
La metodología es un aprendizaje relajado (casi todos vienen de trabajar) y divertido, a través de actividades que despiertan su interés y requieren atención. Pero lo fundamental es que las clases se basan primeramente en la confianza. Todos los alumnos escuchan a la maestra (e incluso a mí) con mucha atención y seguridad en lo que les decimos.
Exáctamente en mi séptimo día de prácticas, la profesora de E.L.E. enfermó y se tuvo que marchar. Yo me quedé sola y di la clase (porque yo quise, evidentemente, no estaba obligada).
Improvisé. Empleé los trucos y formas de explicar que había visto utilizar a la profesora. Los alumnos ya me conocían y me entendieron, a pesar de ser de primero y no hablar mucho español. Estuvimos repasando los verbos (en presente), hicimos una ficha de frases y luego les fui diciendo que se inventaran otras y las escribieran en la pizarra. Las leímos todos a la vez y repetí el proceso para las formas negativas.
Fue una experiencia genial, porque siguieron mi clase igual que seguían la de su profesora, me hicieron caso y no me sentí en ningún momento perdida, ni bloqueada. El ambiente estaba relajado porque ellos siempre hacen bromas, y hubo un momento que me costó parar de reír para seguir con la clase.
Digamos que todo fue sobre ruedas y, por primera vez en mi vida, yo me sentí profesora.
ANDANZAS DE MAESTRILLOS 